Viejas Locas. Crónica de una fiesta arruinada.

El sábado pasado fuimos al recital de Viejas Locas con unos amigos. Bajamos del 8 en Av. Rivadavia al 11.100 y doblamos por la calle Barragán que cruza las vías del tren, cien metros antes de la Estación de trenes de Liniers. Barragán es la calle por donde entran los hinchas visitantes cuando les toca jugar en Vélez. Paramos en un puesto y una amiga se compró una hamburguesa. Eran las 21.15. Había gente en la calle, en las veredas, venían con sus remeras con el ojo, con zapatillas de lona, flequillos y varios tenían gafas. El ambiente era de fiesta. No había mucha presencia policial de éste lado del estadio. La entrada para el recital decía “sábado 14 de Noviembre 21.30 Hs.” Todos sabíamos que a esa hora no empezaba. Como en cualquier recital de rock. Seguimos por Barragán y tras un ridículo desvío de vallas por la calle Gallardo llegamos a la Av. Juan B. Justo. Al doblar, entramos en otro mundo. Cientos de personas caminaban hacia el estadio por Juan B. Justo y se sumaban los que venían doblando como nosotros. Bastonazos volaban al azar, en la mano de policías que pateaban botellas de la zanja, amenazando por lo bajo perseguían a la gente. Apuramos el paso al darnos cuenta que era para amedrentar, que no había desmanes sino pura provocación policial. La gente caminaba rápido, de las manos con sus novias, chicos, jóvenes, de todo. Íbamos por la avenida, caminando pegado a los autos estacionados. Muchos grupos de pibes y pibas estaban parados, charlando, tomando algo, ofreciendo o pidiendo entradas. Pero no vimos a nadie pelear. Pasamos la puerta de acceso a plateas alta y baja. Más adelante unos baños químicos y una valla de frente. Tras ella un impresionante cantidad de policías, la montada, civiles armados, camiones hidrantes, patrulleros. Esa era la puerta del campo. La entrada estaba dispuesta en la dirección contraria a las demás. El tránsito de Juan B. Justo, no estaba cortado, pasaba por la derecha de la gente que estaba en la fila. El único acceso al campo era un embudo. A simple vista era imposible entrar. La policía encerraba brutalmente y apaleaba a la gente de la fila. Le tiraban los caballos encima, las balas de goma en el cuerpo. Había corridas y más de uno corría el riesgo de ser atropellado por el tránsito de la avenida. En vez de organizarlos se los reprimió. ¿Con entrada o sin entrada? imposible saberlo en esa marea de gente aterrorizada. Si no tenían espacio ni para mover las manos, cómo saber si los pibes en esa puerta tenían la entrada en su bolsillo o no. Algunos iban, en una gran hazaña, logrando pasar. Nosotros estábamos mirando la escena desde Juan B. Justo, pasando la plazoleta Yugoslavia, sobre una valla paralela a la fila, a cincuenta metros de la única entrada al campo. Decidimos no meternos en esa fila., Vimos a la policía pegándole salvajemente a la multitud agolpada que no retrocedía de la puerta. Pero las balas de goma, y los caballos provocaban corridas y obligaban a abandonar la cola. Había heridos. En la puerta abierta de una ambulancia del Same, un pibe con la cabeza sangrando le rogaba a dos médicos vestidos de celeste que se negaron a atenderlo. Muchos al ver que la entrada era caótica y estaba totalmente desbordada, se quedaron por la avenida, las plazoletas, en las puertas de las casas sobre las veredas de enfrente. Otros daban vueltas. Entre los heridos, los que huían y los que no sabían qué hacer, pasó un gordo de civil con camisa rosa y pantalón de vestir con un rifle en la mano. Un auténtico sheriff caminando en guardia con el arma. Nos alejamos una cuadra y nos sentamos en una vereda. Todo el tiempo se seguían escuchando el ruido de los balazos y los gritos. Ya eran las diez de la noche y no nos importó si teníamos que entrar con el recital empezado, pero así no se podía. Compramos una coca en FincaColorada, que respetaba la prohibición de vender alcohol. Media hora más tarde, volvimos a acercarnos a la puerta para intentar entrar al campo. El camión hidrante descargaba su furia contra la gente que quería entrar al show. Ahh…para atrás era un mundo, se te perdía la vista. Ahora, la policía había armado un circuito de vallas que daba una vuelta manzana y así acceder a la fila. Ir por ese camino, después de haber visto lo que pasaba adelante, no era una buena idea. Bue…..qué hacemos? Intentamos mandarnos a platea. La puerta de la platea sur, alta y baja, estaba a cincuenta metros de la del campo, ahí no había fila. Pedimos que nos dejaran pasar y el pibe, tras dudar un poco, se hizo a un costado. En la puerta donde suele haber molinetes, en su lugar había unas mujeres que controlaban las entradas. Vieron que teníamos campo, nosotros y otros también. “Pasen, pasen, ya sabemos que la entrada al campo está saturada”. Eso sí, nos dejaban pasar solo a platea alta. “Para plantea baja tienen que pagar la diferencia”… El show empezó unos minutos antes de las once de la noche. En la platea corría el viento y hacía frío. Muchos estábamos vestidos como para el campo. Le mandé un mensaje a una amiga que iba a campo, para saber si había podido sobrevivir al ataque policial. Me contestó: “Esto fue lo peor que me pasó. Es de terror ésto, boluda jamás mostré la entrada. Cuidate”. Viejas Locas se juntó después de diez años y dio un show de tres horas y media, sin hacer referencia a la embestida policial en las afueras de Vélez. El histórico líder de la banda salió a escena a rockear y abrió con “Intoxicado”. Tocaron una lista de 31 temas donde no faltaron éxitos, covers, monólogos del Pity, de Fachi. Mucha psicodelia, coros y temas como “Perra, que duraron 15 minutos. Hay pibes que pensaron que habían tocado dos veces el mismo tema, pero no. El recital terminó a las dos y cuarto de la mañana. Pero media hora antes mucha gente había empezado a retirarse. Recién al otro día (domingo) supimos que una vez que empezó el recital, se habían cerrado todos los accesos al estadio. Los que no habían logrado ganarle la batalla a la policía en la puerta, ni mandarse a platea, quedaron afuera. Cerraron las puertas. Adentro, el campo estaba casi lleno. Las plateas y la popular no. Un puñado en cada una. Y lo peor fue enterarse de la versión policial de lo que sufrió Rubén Carballo, de 17 años, en coma con fractura de cráneo. Que no tenía entrada y se quiso colar tirándose de la autopista y bajando por una red. Quien conozca la cancha de Vélez sabe que por ahí no se puede ingresar al estadio. Además que el chico presenta indicios de haber sido golpeado a palazos y herido con balas de goma. Tendría que haber caminado siete cuadras herido, bordeando el predio deportivo y todavía tener resto físico para trepar una red y querer meterse por ahí. O aparecer mágicamente arriba de la autopista para después tirarse al vacío. Difícil de entender.

Por Carla A.

14/11/2009

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