La buena felicidad dicen que no se nota

INDIO en Junín, 03/09/2011

A esta altura las crónicas periodísticas ya hablaron de la masiva concurrencia, de la lista de temas, de la potencia del sonido y de las deficiencias en los accesos al autódromo. Sin intención de negar fallas de la organización, hay cuestiones que merecen (al menos) ser mencionadas. Y el carozo del asunto es que ésta vez fue derrotada la premisa de “no aprendemos nunca”.

Maldición, va a ser un día hermoso

Amaneció el 3 de septiembre y la ruta 7 (de un solo carril) comenzó a cargarse de combis, autos y micros en procesión hacia Junín. La mañana estaba cálida y los vehículos circulaban cargados de provisiones para el día. Los grupos hacían paradas en la ruta, copaban las estaciones de servicio, compraban hielo, cargaban agua caliente en los termos. “Vamos Los Redondos!” agitaban unos con otros. Flameaban las banderas en la ruta 7. La previa había comenzado.

Alrededor de las diez de la mañana la ruta se llevó tres vidas. Fue a causa de un accidente en Luján. Tres jugadores de Barracas Central murieron. La ruta estaba trabada y complicó el arribo a Junín. Algunos calcularon mal el tiempo de viaje y arrancaron recién al mediodía. Los sorprendió una ruta colapsada. Los asados previstos para el mediodía se demoraron para la tarde. Los celulares perdían señal.

Cuando el fuego crezca quiero estar allí

La jornada transcurrió mientras la multitud iba colmando el predio cercano a la Laguna de Gómez. Los himnos redondos sonaban en todos los estéreos. Los ricoteros colgaban sus trapos y prendían el fuego alistando las parrillas en la aridez del campo. En la entrada de autos y combis un descuido provocó una línea de fuego que, agitada por el viento, prendió sobre el pastizal reseco. La gente reaccionó rápido y armó un pasamanos de cien metros con heladeritas, hasta apagar el fuego con el agua de la laguna. Hubo aplausos para los que habían ido al frente de batalla a combatir las llamas. Una camioneta de bomberos arribó cuando la situación estaba controlada. La fila de autos continuaba hasta donde se perdía la visión.

“La previa es el momento de hermanarse, ignorando las diferencias que en otros escenarios (como los del fútbol) nos rivalizan al extremo de la agresión desencarnada”, explicó María (estudiante de ciencias sociales)

Soy Redondo

“Acá somos todos Redonditos de Ricota”, explicaba un pibe de San Juan que había llegado junto a cuatro amigos en una camioneta. Pidieron prestada una parrilla a unos porteños que ya habían almorzado. Al rato estaban todos juntos compartiendo anécdotas. Los porteños agregaron una tanda de hamburguesas que les habían quedado sin cocinar. Sanjuaninos y porteños comieron juntos. Cuando el sol caía, y antes de emprender la caminata hacia el autódromo, uno de los sanjuaninos aclamó: ¡Una foto de la familia!

El tránsito estaba estancado. Al no poder avanzar, muchos dejaron los autos allí nomás en el camino y patearon ocho kilómetros hasta al autódromo. Era una caravana de ricoteros sobre el camino de tierra. Había tramos sin luz y era de noche. La marea redonda se movió tranquila. Sin empujarse ni pisotearse. La organización del show había recomendado ingresar al predio antes de las siete de la tarde. Cuestión que no se cumplió y hubo tumultos en uno de los ingresos alrededor de las 21.30hs.

No vas a bromear con eso

La consigna de no entrar bengalas se asumió con seriedad. No fue mérito del personal de seguridad, sino de los ricoteros, que no ingresaron bengalas al predio. Algunos afirman haber visto por el fondo del campo una bengala durante “Juguetes perdidos” y otra en “Jijiji”, pero debido al repudio del público se apagaron al instante. El Indio había expresado que “se torna difícil revisar exhaustivamente a los concurrentes” y pidió a los que asisten a sus conciertos que se abstengan de usar bengalas. El pedido fue entendido y la fiesta fue sin pirotecnia. Buena parte del público del Indio sigue a la Renga y estuvo presente el 30 de abril en La Plata cuando una bengala le causó la muerte a Miguel Ramírez.

El Indio arrancó su show número once junto a los Fundamentalistas con “Todos a los botes!”. La lista de temas fue enérgica, al taco, e incluyó canciones de Los Redondos como “La hija del fletero”, “Yo caníbal”, “La murga de la virgencita”, “Cruz diablo”, “Vamos las bandas” y temas de los tres discos del Indio en la era post-Redondos. A esta altura cabe revisar la expresión “carrera solista del Indio Solari”, porque aunque la voz del Indio sea una huella inconfundible y distintiva del sonar Redondo, sólo con la voz no se logra emular melodías ricoteras. El éxito del Indio se debe también, sin dudas, al virtuosismo de Los Fundamentalistas: Gaspar Benegas y Baltasar Comotto en guitarras, Marcelo Torres en bajo, Hernán Aramberri y Martín Carrizo en tambores, Sergio Colombo en Saxo, Miguel Tallarita en trompeta, Alejandro Elijovich en violín, Carlos Nozzi en violoncelo.

Todo relato hace un recorte y no describe “la realidad”, sino una fracción de ella. Tan valedera ésta, como la que destaca otra cuestión del mismo acontecimiento. Porque a los ciegos no le gustan los sordos. Es imposible reportar todo lo ocurrido en un predio tan extenso. Aún más difícil es dar cuenta del movimiento cultural y popular que se genera en cada presentación del Indio y de la congregación de miles de seguidores que invocando a Patricio Rey celebran cada reencuentro como una misa.

Mariano, tiene 37 años y es de Quilmes. El sábado pasado, desde Junín, definió su amor por Los Redondos de una forma tal que muchos compartirán con él: “Yo siempre digo que si mi vida fuera una película, Los Redondos serían la música, la banda sonora con la que identifico y resumo mi vida.”

Historias como éstas, multiplicadas por cien mil, podemos escuchar en la voz de los que concurren a los recitales del Indio Solari.

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CARLA // PRensa CASA ROCK